El calcio que se encuentra en alimentos como los lácteos, pescado, huevos... tienen una serie de funciones fisiológicas para el cuerpo humano. Estas son las siguientes:
- Formación de tejido óseo y dental (es la más conocida).
- Actúa como transmisor de estímulos (sinapsis) y ayuda a regular la frecuencia cardíaca.
- Inicia reacciones enzimáticas como la fosforilasa A2.
- Mantiene la permeabilidad de las membranas celulares.
- Es mediador de la constricción y relajación de los vasos sanguíneos.
- Ayuda en la coagulación sanguínea.
- Influye en la secrección hormonal y favorece a la contracción muscular.
Por ello, hay que mantener los niveles de calcio equilibrados, porque un desequilibrio daría lugar a una serie de patologías como:
Raquitismo, osteomalacia, retraso en el crecimiento, osteoporosis y la descalcificación.
No obstante, también puede ayudar a salir a la luz a enfermedades neuromusculares como:
- La tetania, que se caracterizan por sensaciones musculares extrañas (hormigueos, entumecimiento...).
- Trastornos nerviosos, que provocan angustia, agresividad, insomnio, dolores de cabeza.
- Contracciones, convulsiones, calambres...
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